Bellas formas y maneras de perder el tiempo son las que se
agolpan acompasadas en la puerta de una empresa propia.
Estoy rodeado de las
gentes, del vil rebaño corrompido por la decencia y el buen hacer (1). Todos,
inmersos en vidas que ahora toman como propias… pero vidas sin duda impuestas, sin embargo y peculiarmente, si la germinación vieniera dada por cualquier otro
vientre, también serían “propias”. Es lo que tiene el determinismo, el del
sistema, de lo pulcro…(2)
A veces pienso que esto me supera, que los convencionalismos
han dado paso a una realidad insustancial que me arremete y exaspera. Cual
sutil y macabro castigo personal que me recuerda que cerrar los ojos en la
tormenta no suele dar saludables frutos.
Las mareas vienen y van, y parece que no subirte a caballo
de sus manidos complejos te convierte en un paria y un vago, un maleante si lo
prefieren. Me congratulo en serlo, y puedo decirlo con la boca llena. Pero me
aterra, supongo que como a cualquiera que sea consecuente, no tener un plan
definido.
Alzo la cabeza y ahí
están… Cómo hormiguitas obreras, todos inmersos en la dedicación de su
consigna. No tienen nada controlado, pero lo tienen todo bajo control. No el
suyo desde luego, si no del que viene dictado desde arriba, el de la conciencia
social y colectiva vacua.
Y actúan porque educación les dicta el papel que deben
actuar, y ellos actúan, supongo que sin pensar, actuando.
¿Pero acaso no tienen
un camino? ¿Una meta? ¿Un objetivo?
¿Y yo que tengo? ¿Un
ideal, que me dará de comer mañana? ¿Una barrera que me separa de a cuantos
toco? ¿Tunancia, miedo, complejos, enfado?
Todos tenemos un plan, el mío no es este.
El mío no es quedarme postrado ante un montón de fórmulas insulsas mientras tengo que olvidarme por un momento donde estoy, para poder estar. Porque odio la situación en si misma, odio la belleza efímera de las dignas situaciones de aparentar que todo está bien, y que simplemente, no lo esté...
El mío no es quedarme postrado ante un montón de fórmulas insulsas mientras tengo que olvidarme por un momento donde estoy, para poder estar. Porque odio la situación en si misma, odio la belleza efímera de las dignas situaciones de aparentar que todo está bien, y que simplemente, no lo esté...
Supongo que siempre
he dicho que ante todo odio hablar sin decir nada… tener que hacerlo me va
matando lenta y exquisitamente.
Al final todo alegoriza en un chiste ingrato y grosero, un
esperpento de mi realidad que se sustenta en lo inseguro, y que mañana tendrá
que caer, porque el amparo de cuanto es ilegítimo tiene fecha de caducidad.
Y es muy obvio, tanto
que duele, pero intrincadamente complejo cuando todo se confiere contrario.
¿Realmente valgo para escribir? ¿Son mis letras dignas de
provocar, de elucubrar, de hacer brotar algún sentimiento? No hacemos más que
intentar vendernos, y es que al término ¿Qué importa el talento cuando las
metas son otras? (3)
Porque veo a
filósofos pudriéndose tras vectores, a no pocos dignos literatos ignorando por
completo bellas ecuaciones que describen el mundo cual poemas, veo a genios
encadenados y subyugados a mal vivir como completos inútiles, mientras los
verdaderos incompetentes copan listas al congreso.
Veo mentiras que se convierten en verdades, penosas y patéticas verdades ¡ Qué triste!,
que para vivir haya llegado el punto en el que tenemos que dejar de hacerlo.
(3)
La misma desidia que me impide a mi dar un golpe sobre la
mesa, es la heredada años atrás de una sociedad que no quiere arremangarse y
hacer las cosas bien. Porque tienen miedo… Porque, ¿Acaso mal viviendo no se
puede vivir? Paupérrima y míseramente, habrá a quién le guste este modelo de
subsistencia en el barro, por que se vive, creedme. Pero a mi no… Yo no quiero
subsistir… hace tiempo que quiero coexistir. (4)
Por otro lado… ¿Para
qué arriesgar? Seamos funcionarios de la vida…
Y es que paradójicamente, con vuestro miedo, el que no os
habéis parado a revisar si tenéis si quiera, con esa bestia abominable y
desesperante ahogáis las vidas de quienes quieren no quereros.
Los que no estamos en
vuestro bando somos los perjudicados, los otros son dignos, idiotas pero
dignos… (1)
Y ¿Cómo no?, cerrando el chiste macabro vuestras fuentes
alimentan nuestras bellas formas y maneras de perder el tiempo (5).
(1)
Refiriéndose a
los individuos que están inmersos en la educación sin cuestionarla lo más
mínimo, ni ser críticos con su situación dentro de ella. Y que por supuesto
son, los “Bien vistos” los “listos” “empollones”, llámelo “X”. Yo los llamo
“listos de libro” porque regurgitan conocimiento que desconocen.
(2)
Haciendo
referencia a como el sistema empuja a los individuos a no pensar y actuar dócil
y estúpidamente para ser alguien “respetable”
(3)
Haciendo
referencia, al afán capitalista y materialista de movernos por intereses
netamente económicos.
(4)
Alusión al deseo
utópico de un pensamiento social basado en el respeto, que permita a cada
individuo realizarse como persona que es.
Se
trata de educar de verdad a la población, de educarla en valores, para
construirle un pensamiento sólido y emancipado que permita el desarrollo sin
necesidad de subyugar mediante la colectivización, que al final lo que hace es
erradicar el progreso. En otras palabras, educación en valores que permita
desalienar.
(5)
En efecto, el
hecho de querer alejarse de esta situación, provoca curiosamente que muchos se
vean obligados a aceptar sus normar y a convivir dentro de ellas. Puesto que el
camino más simple es reformar los dogmas desde dentro. Qué no la más fácil, ni
la mejor, llegados a este punto.